viernes, octubre 03, 2008


Otra noche en una barra conversando con el vino, ese amigo al que cuenta la historia que ha sufrido.
Esa noche fue distinta, el sabor de las caricias que ella regaló en un baile.
Fue tan dulce y caprichoso, que inundó los seis sentidos del segmento visitante.
Como pudo aquella ingrata compartir aquel momento, de alegria y de lamento con el hombre de otra dama.
Como pudo aquella ingrata compartir aquel momento, de alegria y de lamento con el hombre de otra dama.
Entre las mil y una telas, no vió ni un hilo de vida, solo una sonrisa quieta.
Se vió sola en esa cama que hace nada dos ingenuos compartieron hasta la mañana.
Desde entonces siempre vuelve a esa barra, cada noche, donde llora y sonríe.
No consigue deshacerse de un recuerdo que le ahoga, le atormenta y le reprime.

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